¡Sabe… a rayos!
¿Has perdido el placer de paladear tu comida preferida? ¿Notaste sabores extraños y nadie más parece percibirlos? Tu problemas puede ser disgeusia, una alteración en la percepción del gusto capaz de arruinar la mejor de las comidas.
Este síntoma, ya que en sí no es una enfermedad, suele ser aviso de algún otro trastorno. Aunque lo común es que desaparezca por si solo, una alteración crónica del gusto puede ocasionar daños permanentes en los nervios responsables del gusto. Como en cualquier caso, mi consejo es que pases por la consulta siempre que el problema se haya convertido en algo recurrente o continuo.
Las causas que provocan la disgeusia son muy variadas, y es por ello que puede haber casos complicados de diagnosticar. Incluso hay ocasiones en las que es imposible dar con el origen (disgeusia idiopática).
Los casos que he tratado en la consulta han sido muy variados, y estas son algunas de las causas que la provocaron:
La más común ha sido una inadecuada higiene bucal. Alguna herida en la boca o infección pueden provocar sangrado, y el hierro contenido en la sangre liberada puede ocasionar un fuerte sabor a metal.
Cualquier afección que trastorne el olfato como puede ser un resfriado, congestión, alergia, rinitis… Al ser el olfato responsable en gran parte de matizar los sabores, cuando lo perdemos podemos sentir sabores desagradables.
Otra de las causas ha sido tomar alguna medicación en cuya composición conste la ciorhexidina o antibióticos. Deberás estar atento si empezaste un tratamiento. Un cambio de dosis o el cambio de medicación pueden ser una fácil solución.
También he encontrado el problema en pacientes con tratamientos de enfermedades graves como son la diabetes, el cáncer, tumores, insuficiencia renal, hiperparatiroidismo o el síndrome de Sjögren.
Aunque como ya te he comentado, las causas pueden ser innumerables: Efectos de una anestesia, la quimioterapia, el tabaquismo, la deficiencia de alguna vitamina o mineral, intoxicaciones alimenticias, embarazo, o simplemente la sequedad bucal pueden hacer de este síntoma un enorme problema de difícil diagnóstico.
Pese a todo, en la mayoría de los casos es un trastorno pasajero ocasionado por algún motivo de fácil solución. Si encuentras mal sabor en la comida, presta atención a tu higiene buco-dental, mantén tu boca lo más hidratada posible y realiza enjuagues bucales con agua con sal durante un par de días y verás como solucionas el problema. Mientras tanto, los caramelos de menta o regaliz pueden servirte de alivio enmascarando el desagradable sabor. Cítricos como la naranja o el limón también son recomendables porque estimulan la segregación de saliva.
Lo dicho, si aún así este problema persiste, no dudes en visitarme. Un diagnóstico a tiempo es la mejor aliado con el que podemos contar.