El valor de la sonrisa
La sonrisa nos hace seres sociables. La comunicación tiene un punto de partida en la sonrisa. Al lanzar una sonrisa a alguien estamos tendiendo un puente. No podemos perder el valor de la sonrisa.
De forma innata los niños empiezan a sonreír a partir de las seis semanas. La sonrisa pasa a ser una herramienta del lenguaje del bebé. El niño aprenderá muy pronto a sacar partido de su sonrisa: se da cuenta que sonreír es amistoso, le provoca diversión y le sirve de moneda de cambio para obtener atención, afecto, contacto e interés.
Es una pena que este potencial se pierda con el paso del tiempo. Con el crecimiento y conforme entramos en la edad adulta, la balanza de nuestras emociones se decantará más a favor de una seriedad que nos hará ocupar roles innecesariamente mas preocupados y temerosos que coartan nuestra capacidad de sonreír sin miedo.
Para sonreír se necesitan no más de quince músculos del rostro, mientras que la risa puede llegar a mover hasta 400 músculos del cuerpo humano.
No debemos olvidar el valor de la sonrisa. Cuando nos enfrentamos a enfermedades, tanto como pacientes o cuidadores, tenemos que encontrar en la sonrisa un mecanismo de defensa. La sonrisa es un valor positivo, un bálsamo que nos hará más fácil transitar por momentos difíciles.
La sonrisa es un rayo de sol directo al alma. Es automático. Tú sonríes, y él o ella sonríen. La sonrisa es mágica y produce un entorno mágico. En una persona sana, la risa es manifestación de su alegría, y la sonrisa lo es de su felicidad.
No nos olvidemos de sonreír aunque sea por unos minutos al día. No perdamos la capacidad de ser niños 😀